MANUEL MACHADO Y «LA INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA»

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MANUEL MACHADO

FUENTE: http://amediavoz.com

 

RESEÑA BIOGRÁFICA

Poeta español nacido en Sevilla en 1874.
Junto a su hermano Antonio estudió en la Institución Libre de Enseñanza en unos años en que sucedieron
varias desgracias familiares. A los veintitrés años obtuvo su Licenciatura de Filosofía y Letras y se trasladó
a Paris donde trabajó como traductor de Casa Garnier.

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A su regreso a España se hizo cargo de la Biblioteca Nacional y desde 1938 en plena guerra civil, fue elegido
miembro de la Real Academia de la Lengua.

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Entre sus obras más destacadas figuran «Cadencias de Cadencias» y «Horario».
Falleció en 1947. ©

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ALGUNOS POEMAS DE MANUEL MACHADO

Cante hondo

A todos nos han cantado
en una noche de juerga
coplas que nos han matado…

Corazón, calla tu pena;
a todos nos han cantado
en una noche de juerga.

Malagueñas, soleares
seguiriyas gitanas…
Historias de mis pesares
y de tus horitas malas.

Malagueñas, soleares
seguiriyas gitanas…

Es el saber popular,
que encierra todo el saber:
que es saber sufrir, amar,
morirse y aborrecer.

Es el saber popular,
que encierra todo el saber.

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Chouette

En cualquier parte hay un espejo,
un poco de agua clara y un peine. Y si la nena
es bonita, ¡ya esta! La noche pasa,
y el nuevo día llega.
Y no se te conoce
la batalla de amor ni a ti ni a ella.

Y luego, son dos vidas
separadas, ajenas,
dos mundos. Tú, al trabajo
cotidiano, a la eterna
lucha, pequeña o grande, cosas de hombre
archisabidas… Ella,
a dormir ya esperar la noche. Y viene
la noche, y la despierta.

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Desnudos de mujer

¡Oh la dorada carne triunfadora
de esta gentil madona veneciana,
que ha sido Venus, Dánae, Diana,
Eva, Polymnia, Cipris y Pandora!…

¡Oh gloria de los ojos, golosina
eterna del mirar, dulce y fecunda
carne de la mujer, suave y jocunda,
madre del Arte y del vivir divina!

Húmedos labios a besar mil veces…
Líneas de lujuriantes morbideces
que el veneciano sol dora y estuca…

¡Oh el delicioso seno torneado!…
¡Oh el cabello de oro ensortijado
en el divino arranque de la nuca!

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La buena canción

                                    Vente conmigo y haremos
una chocita en el campo
y en ella nos meteremos.

¡Oh la paz, oh la paz, oh la bendita
paz de un paisaje matinal!… ¡Cristales
de mi ventana al campo!… ¡Oh la chocita
de la copla entre los cañaverales!

Frente al sol generoso, junto al río
sonoro, en plena gloria de la vega
andaluza -gitana que se entrega-,
bajo el azul turquí del cielo mío.

¡Y un amor solo y grande, aquel primero
que floreció en la senda, tan seguro
que aguarda siempre y sin quemarnos arde!…

¡Aquel primer amor, que fue el lucero
de la mañana y brilla ahora tan puro
en la senda tranquila de la tarde!

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La copla andaluza

Del placer que irrita,
y el amor, que ciega,
escuchad la canción, que recoge
la noche morena.

La noche sultana,
la noche andaluza,
que estremece la tierra y la carne
de aroma y lujuria.

Bajo el plenilunio,
como lagrimones,
Como goterones, sus cálidas notas
llueven los bordones.

Son melancolía
sonora, son ayes
de las otras cuerdas heridas, punzadas,
las notas vibrantes.

Y en el aire, húmedo
de aroma y lujuria,
levanta su vuelo -paloma rafeña-
la copla andaluza.

Dice de ojos negros
y de rojos labios,
de venganza, de olvido, de ausencia,
de amor y de engaño…

Y de desengaño.
De males y bienes,
de esperanza, de celos…, de cosas
de hombres y mujeres.

Y brota en los labios
soberbia y sencilla,
como brotan el agua en la fuente,
la sangre en la herida.

Y allá va en la n0che,
paloma rafeña,
a decir la verdad a lo lejos,
triste, clara y bella.

Del placer, que irrita,
y el amor, que ciega,
escuchad la canci6n, que recoge
la noche morena.

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La primavera

¡Oh, el sotto voce balbuciente, oscuro,
de la primer lujuria!… ¡Oh, la delicia
del beso adolescente, casi puro!…
¡Oh, el no saber de la primer caricia!…

¡Despertarse de amor entre cantares
y humedad del jardín, llanto sin pena,
divina enfermedad que el alma llena,
primera mancha de los azahares!…

Angel, niño, mujer…. Los sensuales
ojos adormilados y anegados
en inauditas savias incipientes…

¡Y los rostros de almendra, virginales,
como flores al sol aurirrosados,
en los campos de mayo sonrientes!

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